El descenso de la nupcialidad y el auge de la cohabitación, las familias monoparentales y la postergación de la maternidad son tendencias que se repiten en distintos países.
Por Gloria Huarcaya. 26 julio, 2013.En Latinoamérica se están difundiendo con rapidez fenómenos demográficos que en otras regiones necesitaron mucho más tiempo. El descenso de la nupcialidad y el auge de la cohabitación, las familias monoparentales y la postergación de la maternidad son tendencias que se repiten en distintos países. Los efectos de este cambio preocupan principalmente desde la perspectiva demográfica y sobre todo económica. Pero poco se discute todavía su impacto en la vida familiar.
Importantes cambios demográficos están dándose en las familias de América Latina. Como ocurrió antes en otras regiones, los latinos están aprovechando el “dividendo demográfico”, un ciclo histórico de aproximadamente 40 años, que se produce cuando la población económicamente activa (18-65 años) supera a la población dependiente (niños y ancianos) elevando los índices de producción y consumo, en un clima de aparente prosperidad.
Caída de la fecundidad
Europa, América del Norte y Asia experimentaron su bono demográfico con la caída de sus tasas de fecundidad, y aprovecharon las circunstancias para fortalecer sus sistemas de Seguridad Social y acelerar su crecimiento económico. En Latinoamérica la reducción de la fecundidad se ha producido al doble de velocidad que en los países desarrollados. En los años 60 una familia latina tenía un promedio de 6 hijos, y actualmente, este número ha disminuido en promedio a 2,2; si bien algunos países ya se encuentran por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer): es el caso de Chile (1,9), Brasil (1,8) y Costa Rica (1,8).
En una reunión familiar en Perú, por ejemplo, es común encontrar a una bisabuela que tuvo 8 hijos. Estos hijos se convirtieron en padres de no más de 4 niños. Estos nietos, ahora adultos, tienen 2 hijos en promedio, el 73% fuera del matrimonio, en soltería o en convivencia.
Los efectos de este cambio social acelerado preocupan principalmente desde la perspectiva demográfica y sobre todo económica. Pero poco se discute el impacto social en la vida familiar que tendrá (y de hecho ya está produciendo) los fenómenos relacionados con la “segunda transición demográfica” (STD): el incremento de la cohabitación, la maternidad en soltería y el divorcio; la reducción de la nupcialidad y la postergación de la paternidad.
La expansión de la cohabitación en Latinoamérica empezó en las clases socioeconómicas bajas y se ha extendido a las mujeres más educadas
Menos bodas y más cohabitación
Si bien la cohabitación tiene orígenes históricos y culturales que pueden rastrearse en la herencia de las colonias africanas, en las costumbres andinas y amazónicas de empezar una nueva familia sin formalizar legalmente la unión conyugal, el boom de la cohabitación en Latinoamérica se inicia en los 70, según Teresa Martín-Castro, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. La expansión de la convivencia empezó en las clases socioeconómicas bajas y se ha extendido a las mujeres más educadas, al punto de convertirse en un marco legítimo y socialmente aceptado para tener y criar niños.
En regiones como Asia y el Medio Oriente, donde aún existe una fuerte cultura matrimonial, la cohabitación y la maternidad extramarital se presentan en porcentajes mínimos. Lo contrario sucede en Latinoamérica. Esta región se encuentra a la cola en el índice de nupcialidad (bodas celebradas por cada mil habitantes) y a la cabeza en los niveles de convivencia y maternidad extramarital, según el reporte Mapa Mundial de la Familia 2013, que recoge indicadores de 44 países.
En esta muestra, Colombia ocupa el primer puesto con el 35% de sus adultos conviviendo y el 85% del total de los nacimientos ocurridos fuera del matrimonio. No es un caso aislado: similares indicadores muestran Perú, Chile, Brasil, Argentina, Bolivia y México. Mientras que en Egipto o Indonesia se celebran más de 8 bodas por cada mil habitantes, en Colombia y en Perú el índice de nupcialidad es inferior a 3.
Albert Esteve y un grupo de investigadores han registrado el acelerado incremento de la cohabitación entre mujeres de 25-29 años, grupo de edad que usualmente ha completado sus estudios superiores (ver tabla). Para el año 2010, esta había superado más del 65% en Panamá, Uruguay y Argentina. Martín-Castro añade que en la región sur del continente se ha instaurado un sistema dual de fecundidad (matrimonial y extramatrimonial) en todos los estratos sociales, pero con especial intensidad en las mujeres más jóvenes, con escasa educación formal e ingresos.
Las tasas de divorcio son menos fiables de comparar, en parte por el registro defectuoso que se hace en los países latinos. En estos, el índice de divorcios parece reducido, pues las parejas de convivientes no afrontan un divorcio, sino más bien la separación de hecho, permanente o temporal.
Postergación de la maternidad
La inestabilidad de las uniones conyugales perjudica directamente a los niños, y condiciona su crecimiento sin la presencia de ambos padres biológicos. África, continente especialmente afectado por la inmigración laboral y la mortalidad causada por el VIH y la malaria, exhibe los niveles más altos de niños que son criados por un solo padre y en orfandad. América Latina ocupa el segundo lugar en hogares monoparentales: 28% en Bolivia, 26% en Colombia y 24% en Perú. Aunque la emigración internacional podría ser una causa, no resulta ser la más relevante, pues muchos países de la región sur han logrado reducir significativamente sus niveles de pobreza.
La postergación del matrimonio y de la paternidad son sucesos recientes, cuya expansión se está produciendo en sentido contrario a la cohabitación, de arriba hacia abajo. Según Esteve, el fenómeno de la “postergación” empieza por los grupos más educados y se difunde hacia los menos instruidos; y de manera simultánea, con la continua reducción de los nacimientos en los grupos de menos ingresos.
Si bien la decisión de formar un hogar corresponde a los adultos, no se puede minimizar el impacto que tiene la estructura familiar en el bienestar de los niños, a pesar de que exista escasa evidencia para esta región. Son abundantes las investigaciones sobre los beneficios diferenciales que ofrece una familia matrimonial intacta en las sociedades desarrolladas, especialmente en Estados Unidos. Los niños que provienen de este tipo de hogares tienen mayores posibilidades de convertirse en adultos productivos y bien integrados a su comunidad.
Respecto a Latinoamérica, los interrogantes que esta nueva fotografía demográfica y familiar suscita resultan muy complejos. No se conoce a fondo el perjuicio en el capital humano y social que produce la inestabilidad familiar. Algunos investigadores han identificado sus relaciones con los logros educativos de los niños y la desigualdad socioeconómica; aunque persisten temas pendientes de especial urgencia, como la conexión que podría existir entre la violencia familiar y la alarmante delincuencia.
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Fuentes
–Mapa Mundial de la Familia 2013: Los cambios en la familia y su impacto en el bienestar de la niñez (Universidad de Piura, 2013).
–Castro-Martín, Teresa; Cortina, Clara; Martín García, Teresa; Pardo, Ignacio (2011), “Maternidad sin matrimonio en América Latina: Análisis comparativo a partir de datos censales”, Notas de Población 93 (37-76) (CEPAL: Comisión Económica para América Latina).
–Esteve, Albert; Garcia-Roman, Joan; Lesthaeghe, Lopez-Gay, Antonio (2013), “The ‘Second Demographic Transition’ Features in Latin America: the 2010 Update” (pro manuscripto) (Centre d’Estudis Demografics, Universitat Autònoma de Barcelona).